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Los inspectores estaban preocupados por los «imprudentes análisis de la
realidad» que realizaba en sus comparecencias públicas el entonces gobernador
del Banco de España, Jaime Caruana, que había sido nombrado en
el año 2000 cuando Rodrigo Rato era vicepresidente económico
del Gobierno (luego le acompañaría también al Fondo Monetario Internacional) y
al que apenas le quedaban unos meses de mandato. Caruana había minimizado en
diversos foros el elevado endeudamiento de las familias y las empresas españolas
y rechazaba la posibilidad de un aumento significativo de la morosidad o de
otros posibles riesgos en un futuro cercano.
Ante esta situación, los responsables de supervisar las entidades decidieron
actuar y remitieron una carta al nuevo titular de Economía, Pedro Solbes,
acompañada de un informe demoledor. En él se atrevían a calificar de «frágil» el
estado del mercado inmobiliario español y alertaban de «las implicaciones que
podría tener para la economía en su conjunto y para el sector financiero en
particular una corrección desordenada de sus evidentes desequilibrios».
Ya en el informe anexo, estos profesionales señalaban que se veían en «la
obligación de hacer constar que el nivel de riesgo acumulado» en el sistema
financiero por la «anómala evolución del mercado inmobiliario» era «muy superior
al que se desprende de la lectura de los discursos del Gobernador». Aunque el
documento no los cita, los propios datos oficiales del Banco de España reflejan
a las claras esta situación: en los seis años que duró el mandato de Jaime
Caruana el volumen de crédito concedido por los bancos y cajas españoles se
triplicó al pasar de 559.407 millones de euros a más de 1,5 billones (ver
gráfico).
La evolución de los préstamos a la promoción inmobiliaria fue aún más
espectacular ya que multiplicó por siete su volumen en el mismo periodo, desde
los 33.559 millones de euros del año 2000 hasta los 244.050 que alcanzó en 2006.
Sólo en este último ejercicio el incremento fue superior al 50%, todo un récord.
En descargo de Caruana hay que señalar que saldo crediticio siguió aumentando en
los primeros años de Miguel Ángel Fernández Ordóñez al frente de la institución,
hasta que llegó la crisis económica.
Para los inspectores, detrás de
este crecimiento «desordenado» e «insostenible» de los préstamos se encontraba
la «falta de determinación demostrada por el Gobernador» para exigir a los
gestores el rigor necesario en la «asunción de riesgos». Esta falta de actuación
provocó, además, que el problema se extendiera desde los bancos y cajas peor
gestionados al conjunto del sistema: «Incluso las entidades con mejores sistemas
de evaluación y gestión del riesgo se han visto obligadas a entrar en esta
carrera por la captación de negocio, muy a su pesar, con el único objetivo de
evitar ser expulsadas del mercado», señala el documento.
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