...En 2002, un Zaplana hastiado de la presidencia del Consell consigue que José María Aznar le nombre ministro de Trabajo. Pero antes de partir hacia Madrid, el exalcalde de Benidorm reúne en su despacho oficial de la Generalitat a las personas que le son más cercanas. Esa reunión determinará en buena medida el futuro del sistema financiero valenciano.
Al encuentro, además de Zaplana, asisten, entre otros, los dos vicepresidentes del Consell, José Luis Olivas y José Joaquín Ripoll. También está presente Francisco Camps, delegado del Gobierno. Zaplana, deus ex machina del PP, distribuye su herencia: Olivas será presidente de la Generalitat hasta las elecciones de 2003, momento en que Camps se convertirá en el candidato a la presidencia del Gobierno valenciano. El abogado de Motilla del Palancar, sin embargo, pone una objeción: ¿qué será de él cuando deje la presidencia? Testigos de la reunión cuentan que Zaplana preguntó: "¿Qué te gustaría ser?" Y la respuesta fue: "Presidente de una institución financiera valenciana"
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"Lo peor de lo peor" era la consecuencia de la ocupación de los consejos de administración por parte de políticos y de promotores. Una conjunción diabólicamente perversa para las entidades de ahorro. Los primeros las utilizaron para financiar megaproyectos como Terra Mítica en Benidorm, la Ciudad de las Artes y las Ciencias en Valencia, la Ciudad de la Luz en Alicante, participar en la sociedad que explota el circuito de fórmula 1, cargar con la deuda pública emitida por la Generalitat, financiar al Valencia CF y promociones del Instituto Valenciano de la Vivienda, crear empresas para gestionar la Sanidad con criterios privados a través de Ribera Salud o, incluso, formar parte de la sociedad que explota el aeropuerto sin aviones de Castellón. El PP usó las cajas de ahorros como le vino en gana. José Luis Olivas convirtió en ejecutiva una presidencia que era de carácter más bien honorífico y despidió a los técnicos, entre ellos al director general Fernando García Checa, que se oponían a sus proyectos.
La megalomanía de los Gobiernos del PP, la ambición de los promotores más unos gestores financieros que vieron en el ladrillo la tierra prometida para aumentar sin tasa sus beneficios, llevaron a las cajas al desastre. La CAM duplicó su negocio inmobiliario de 2003 a 2005. Bancaja hizo lo propio, pero en cuatro años, los peores del ciclo.
Josep Torrent
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