Internet y una mayor conciencia ciudadana se han convertido en el motor de
las cada vez más frecuentes protestas en China para luchar contra la degradación
ambiental y las injusticias sociales. El último episodio que refleja esta
situación se ha producido en la ciudad de Shifang (provincia suroccidental de
Sichuan), donde el Gobierno se ha visto obligado a suspender la construcción de
una fábrica de aleación de cobre, después de que miles de vecinos –incluidos
colegiales- tomaran las calles para rechazar la planta, preocupados por su
impacto contaminante. Lo que el domingo comenzó como una manifestación pacífica,
el lunes degeneró en violentos enfrentamientos con la policía.
Las autoridades de Shifang han publicado este martes un anuncio en su página
web en el que aseguran que la construcción ha sido detenida temporalmente
mientras son enviados equipos a educar a los ciudadanos sobre el proyecto. El
aviso afirma que seguir adelante sin haber logrado la comprensión y el apoyo
públicos supone una amenaza para la estabilidad social. Pero al mismo tiempo han
amenazado con “castigar duramente” a quienes continúen las movilizaciones. Pese
a las advertencias de las autoridades y del anuncio de suspensión temporal del
proyecto, las protestas han continuado hoy martes.
Incidentes similares al de Shifang ocurren a menudo en China, muchos de ellos
ligados
a problemas medioambientales, que los vecinos suelen relacionar con la
corrupción de los líderes locales. Las autoridades suelen aplastar las protestas
y castigan a sus cabecillas. En otras ocasiones, paralizan temporalmente los
proyectos, y vuelven reanudarlos una vez que se calman las aguas. Pero en los
últimos años la presión ciudadana ha tenido cada vez más éxito, especialmente
cuando participa en ella la creciente clase media urbana. En agosto del año
pasado, miles de personas forzaron el cierre y el traslado de una planta química
en la ciudad portuaria de Dalian (provincia nororiental de Liaoning).
El País
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