El jueves por la noche, Francisco Camps acudía a una charla coloquio en
Xàbia, Alicante, sobre "responsabilidad social en la política". Tal cual. Unas
30 personas le recibieron en el Monasterio que acogía el acto con gritos,
insultos y huevos.
Unas horas después, ya el viernes, Alberto Fabra salía de una visita al Museo
Arqueológico de Guardamar de Segura, también en Alicante. Otras 30 personas,
seguramente distintas a las de Xàbia, le recibieron con gritos,
insultos y también huevos.
Entre una y otra escena, la Generalitat Valenciana anunció de forma oficial
su intención de acogerse
al plan de financiación creado por el Gobierno central para inyectar
liquidez en las comunidades autónomas. Un rescate económico que no es un rescate
para el Consell pero que con uno u otro nombre se antoja imprescindible para
salvar las comatosas finanzas de esa Comunidad que algún día se
promocionó como ejemplo nacional.
Entre una y otra escena hay casi un año de gobierno.
Se cumplen ahora 365 días de la
dimisión de Francisco Camps como presidente de la Generalitat Valenciana y
de la elección de Alberto Fabra (entonces alcalde de Castellón) como su sucesor.
El 20 de julio de 2011 Camps renunciaba a su cargo proclamando con drama su
inocencia para ser juzgado por los trajes del caso Gürtel.
Camps fue
absuelto por un jurado popular y poco más se supo de él. Desde entonces
apenas ha ocupado su escaño en las Cortes. Se supone que juega al tenis
y devora ensayos sobre esos personajes bíblicos que parecen hablarle
directamente a él. Acude a las reuniones del Consell Jurídic Consultiu
y cuentan que recorre en coche oficial los apenas 300 metros que separan su casa
de la sede para evitar alguna bronca por el camino. Él, que presumía de que en
Valencia había mil pintadas contra Zapatero y ninguna contra él.
Probablemente también planea empezar a dar clases porque ya es doctorado en
Derecho por la Universidad de Elche con sobresaliente
cum laude. "Me encantaría tener la oportunidad de enseñar todo lo que he
aprendido durante estos años", reconoce.
Si soñaba con volver a la primera línea de la política, debió despertar el
día que se subió a una barca en l'Albufera y deliró camino del país de
nuncajamás. "Estoy
más preparado que nunca para ser presidente de la Generalitat o del
Gobierno", dijo mientras perchaba para Telva. Y su teléfono se borró en
todas las agendas de Génova...
De Camps sólo queda la sospecha de que algún otro asunto judicial podría
complicarle la prejubilación (ya sea el caso Nóos o la presunta financiación
irregular del PP valenciano), queda la desconfianza preventiva de Rajoy ante el
territorio que antes veneraba y queda una herencia ulcerada que ha caído
como un meteorito sobre el trono del legatario en cuestión.
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