6.700 denuncias y 1.820 millones de euros de indemnización
Ni la homosexualidad, ni la pederastia, ni el celibato, ni la prohibición de que las mujeres lleven los hábitos. Un estudio oficial encargado por la Conferencia Episcopal norteamericana y publicado ayer acusa a la llamada revolución sexual de los años sesenta y setenta, y su efecto entre unos curas poco preparados para ella, de la lacra de abusos y violaciones a niños en parroquias y colegios católicos norteamericanos.
Las agrupaciones de víctimas se sentían ayer indignadas. "No puedo creer que acusen a la revolución sexual de que a mí me violara un cura en 1969", asegura a este diario Barbara Blaine, que en 1988 fundó la Red de Supervivientes de Abusos por parte del Clero. "Si hay alguien a quien culpar es a las diócesis y a los obispos, que sabían de esos depredadores y los destinaban a otros colegios, para que siguieran abusando. Nunca, durante esos años, les llevaron a la policía o a los tribunales.
"Culpan al contexto social porque se autoengañan, no asumen sus responsabilidades", opina el abogado Jeff Anderson, de Minnesota, que representa a cientos de víctimas en demandas colectivas en Estados Unidos y otros países. "Siempre han tratado de culpar a los curas de forma individual diciendo que son homosexuales y que es un problema de conducta, o ahora, que estaban influenciados por el contexto social. Pero no es así. Es un problema de negación de la realidad por parte de la jerarquía católica, que escondió los abusos, y por tanto fue cómplice.
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